miércoles, 8 de agosto de 2012

La Cita: Causa Y Efecto.


No sabía qué ponerme, ni cómo dejarme el pelo, ni qué cartera llevar. Estaba nerviosa. Le conté a unas amigas que me encontraba con Demetrio y se me cagaron de risas y me dijeron: -No podes boluda! Hacelo gastar, por viejo verde! Jajaja –
Llegué tarde (como suelo llegar a todas partes) y él estaba parado en la puerta del shopping, esperándome.
En mi “hola, cómo te va?” creo que se me notaron mis nervios, es probable que también me haya puesto colorada, porque yo soy de esas personas que por más técnicas de respiración que intenten se ponen coloradas igual.
Él estaba vestido como si tuviera diez años menos de los que su DNI decía: una remera negra de los Guns and Roses, una bermuda color beige de gabardina y en los pies no me acuerdo. Pero pensé de inmediato que la remera no combinaba con sus canas, y que además de ser su amiga también podría ser su asesora de imagen.
Caminamos en dirección a la cafetería mientras hablábamos banalidades para romper el hielo.
Al lado de la cafetería se encuentra el supermercado y me pidió que lo acompañe a hacer unas compras y accedí. Posterior a eso fuimos a tomar una coca.
Hablamos de todo un poco. Él me contó sobre su trabajo, su vida en general, su experiencia con la terapia psicológica, tiene dos perros que son pareja, tiene un campo con arándanos, le gusta la música de Alejandro Lerner desde que se ganó un casette de dicho cantante en una rifa, practica artes marciales y tiene un cinturón de un color que no recuerdo. Es peronista, es hincha de Atlético, hizo un curso de inglés en Aticana y sacó el mejor promedio, está aprendiendo a manejar Facebook, cuando ríe la cara se le arruga mucho, y dice que le gusta el helado pero intuyo que no tanto como a mi.
No vayan a creer que yo no hablé nada, al contrario, ahora me doy cuenta que hablé más de lo que convenía.
En pocas horas Demetrio se había enterado, por culpa de mi lengua floja, básicamente toda mi vida: que tengo mis viejos separados, dónde vive cada uno, que cumplo años al día siguiente de su hija, que todo me da fiaca, qué y dónde estudio, de qué colegio egresé en el secundario, a dónde me gusta salir a bailar, que trabajo animando fiestas infantiles, que tuve un pasado de anoréxica, que ahora estoy bien, y que amo el helado, dormir la siesta, las redes sociales, la música, los tatuajes, el verano, leer, escribir, actuar, soñar despierta, y como broche de oro: que antes me enamoré de un pelotudo que responde al nombre de Melino.
Hubo buena onda, me sentí bien, me sentí cómoda y a gusto.
Yo pensaba que por ser lunes a la tarde en un shopping no podía encontrarme con nadie conocido pero, error. Me topé de frente con una amiga, a quien saludé lo más bien y morí de la risa cuando me dijo “que copada la remera de tu viejo!”, pero dejé las explicaciones para otro momento.
Demetrio ofreció llevarme hasta mi casa mi casa pero no quise, de maricona vergonzosa. Más que eso fue por temor a que justo mi vieja me vea bajar del auto de un señor de 40 años,  ¿cómo le hacía entender que era mi amigo? Así que solamente acepté que me acerque hasta la parada del colectivo. Nos despedimos dejando abierta la posibilidad de un nuevo encuentro.
Cuando llegué a mi casa le envié un mensaje de texto: “ya llegué a mi casa. Besos”, tal como él me lo había pedido para quedarse tranquilo, la típica.
De manera inmediata respondió mi sms: “ yo también ya estoy en casa. Me encantó verte, sos muy interesante por dentro y por fuera, sos divina! Cuando quieras vamos al cine o te invito a comer, aunque no parezca cocino rico jaja
Me encantaría, porqué no? Hasta mañana!” Le contesté haciéndome la exquisita.
Y debo admitir que aquella noche me dormí después de suspirar, con el celular en el pecho y una sonrisa dibujada en mi interior.